En efecto, la influencia de estos países sobre personas, grupos e instituciones fue evidente. Las escuelas de formación tanto en
Bogotá como en
Cali, constataron que el avance de la enseñanza y la práctica teatral independiente en Chile y Argentina podía ser tenida en cuenta para un mejor desarrollo de nuestra propia experiencia.
En 1951, durante el gobierno de
Laureano Gomez, se funda el
Teatro Colon. Entre los distintos profesores extranjeros que
habían en aquel momento el argentino
Eduardo Cuitiño, se destaca por sus habilidades como director y su gran
colaboración con la Escuela.
Don Juan
Peñalosa, uno de los primeros gestores de la Escuela nacional de Arte Dramático, anexa al Teatro Colon de
Bogotá, de quien sería director, se inspiró en la evolución que tenía, por aquel entonces, el teatro Chileno. La idea le vino estando en aquel país, entre los años 1942 y 1945, al conocer el teatro experimental creado por
Pedro de la Barra, una de las más recias personalidades de teatro en América latina en el Siglo
XX.
El Teatro Argentino llega a
Colombia con el
maestro Buenaventura, que luego de un viaje por
Sudamérica, conoció de cerca el teatro de Brasil y Argentina. Más tarde, buenaventura invitaría a varios actores y directores Argentinos, entre los que se destaca
Fanny Mikey, quien desde entonces se vincularía al teatro Colombiano como Actriz y dinámica organizadora, Pedro I.
Martínez, actor y director. Con Buenaventura, también trabajarían algunos Chilenos vinculados al movimiento teatral Colombiano. Estos lograrían fusionar el teatro de estas latitudes con la experiencia colombiana en el recién creado
TEC, en
Cali. Más tarde, la experiencia del
TEC se expandiría por el resto del
país,
dándole una
identidad propia a la actividad teatral Colombiana.